A cincuenta metros de distancia, una hilera tras otra de criaturas se alineaban en la playa; la mayoría iba a pie y portaba espadas, toscas pero peligrosas, y escudos negros; otros montaban lagartos ensillados y empuñaban largas lanzas. Al frente iba un abanderado con una enseña amarilla desplegada y decorada con las garras ensangrentadas de un ave de rapiña.
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